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huancayo, la ciudad incontrastable

LA EDUCACIÓN

Treinta años después 

Carlos Paredes

@cparedesr

Publicado: 2016-07-28

Escribo este post bajo el inmenso cielo azul del valle del Mantaro, su sol abrazador, su frío seco y su aire fresco, escaso en oxígeno pero abundante en aroma a eucalipto, los árboles que pintan todas las tonalidades de verde a lo largo de las dos márgenes del río. Estoy de vuelta en Huancayo porque este año para un grupo de ex alumnos salesianos, entre los que me encuentro, las Fiestas Patrias ha coincidido con el treinta aniversario de nuestra promoción. Los anfitriones, como buenos huancaínos que se respetan, han organizado tres días consecutivos de celebraciones, a lo fiesta patronal. Por eso estamos de regreso en ésta, nuestra incontrastable ciudad. La mayoría no hemos vivido acá la misma cantidad de años que hoy celebramos entre camaradas, pero regresamos con la ilusión de reencontrarnos con las amistades que se forjaron para siempre en los salones y patios del colegio Salesiano Santa Rosa. Éstos, serán días para evocar las anécdotas que han quedado grabadas en nuestra memoria, de reír y gozar recordando al detalle palomilladas y hazañas fraguadas, la mayoría de veces, a contracorriente de la férrea disciplina de los padres salesianos y de los profesores, varios de ellos entrañables. Algunos de mis amigos han tenido que pasar varias horas de viaje en avión, hacer conexiones y cambiar dinero porque viven en el extranjero. Son parte de la diáspora huancaína repartida por el mundo. Ellos dicen, muy modestos, que no son cholos superados, apenas cholos cosmopolitas.

Fuimos más de 150 adolescentes los de la Promoción Harry Mc Bride 86. Salimos del colegio bajo el nombre y apellido de un sacerdote irlandés perdido en los anales del colegio y olvidado como ex director al que, sin embargo, decidimos inmortalizar, no tanto porque se lo mereciera, sino porque nos resistimos a llevar el nombre de algún héroe repetido, prócer refundido o político impresentable. Más que eso, fue simplemente porque Harry Mc Bride sonaba bien y porque de ahí en adelante, siempre íbamos a ser los Harry’s. Una banda de muchachos impetuosos convertida en una cofradía que por tres décadas deambula por la vida, unida y solidaria. Hicimos la secundaria con el terrorismo de Sendero Luminoso en ascenso, ese que cada día añadía muertos y mutilados en la estadística sangrienta de la guerra fratricida del campo a la ciudad. Terror que alcanzó directamente a varias de nuestras familias y que llegó muy fuerte a nuestra región. Fuimos víctimas directas del primer gobierno de Alan García, un presidente tan joven como irresponsable. Aunque lo sufrimos en versión superlativa poco después, en la universidad, cuando la hiperinflación pulverizaba el sueldo, los ahorros y el patrimonio de nuestros padres. Alumnos de ese sistema prusiano ortodoxo de educación tradicional del siglo pasado, del que participamos con el uniforme gris que nos impuso la dictadura militar. Tributarios de la máxima de la pedagogía salesiana “Ser buenos cristianos y honrados ciudadanos”, todavía gozamos y sufrimos los rigores de esa disciplina inflexible de curas polacos o italianos, muy conservadores como religiosos, que se asentaron en este valle para pasar el final de sus días. Entramos al colegio en dictadura y salimos en democracia. Eso ya era un mérito gratuito. Congénito. 
Tres décadas después, seguimos agradeciendo lo bueno que nos dejó el colegio: el sentido de la solidaridad, la disciplina a pesar del castigo físico, el trabajo en equipo, el liderazgo, la fe y muchos etcéteras. Pero también vemos en retrospectiva el sistema que nos tocó como estudiantes, que en gran parte sigue vigente y que necesitamos cambiarlo. Si un maestro o cura le pega con un chicote a un alumno como sanción porque no rezó en la misa o porque estaba hablando con el compañero en la iglesia, hoy puede terminar denunciado penalmente. Treinta años atrás era normal recibir castigos físicos como método pedagógico. En este siglo es simplemente inaceptable. También debería ser inaceptable aulas con más de 50 alumnos donde el profesor, en el mejor de los casos, ensaya monólogos para cada clase y los alumnos casi ni preguntan, donde no es posible la reflexión, ni el diálogo, y menos que los estudiantes aprendan a aprehender. Estos tiempos exigen una educación que permita a los alumnos desarrollar su sentido crítico, dejar la paporreta y la tarea insulsa para reemplazarla por la reflexión que genera ideas innovadoras. Es inaceptable cursos de inglés de solo una hora a la semana, por más que el profesor sea dicharachero, empeñoso y autodidacta. Dominar el más universal de los idiomas es un requisito indispensable para transitar en esta vida. El estudiante promedio peruano no lo cumple. En Huancayo, la idea de un colegio bilingüe, con profesores nativos y cursos llevados totalmente en inglés es aún tan exquisita y utópica como una temporada de ópera con la Sinfónica de Nueva York en el inexistente Teatro Municipal de la ciudad. Es inaceptable que los colegios sigan formando a los chicos en la peregrina idea que todos tenemos que ser abogados, doctores o ingenieros, cuando el mercado laboral reclama con urgencia técnicos calificados que seguimos importando para hacer realidad los grandes proyectos mineros o de infraestructura. Soldadores industriales especializados, mecánicos expertos en maquinaria pesada para la gran minería, entre otros técnicos calificados, vienen de países vecinos y ganan muy bien, mucho mejor que nuestros profesionales que recorren las calles haciendo taxi, dejando su título universitario, a nombre de la Nación, encuadrado y colgado en la pared de su sala. Creo que no es necesario enlistar todas las cosas que todavía son inaceptables en la educación pública y privada de nuestro país porque todos sabemos el diagnóstico. Solo basta recordar que seguimos ocupando los últimos lugares en las pruebas internacionales estandarizadas. Por ejemplo, ocupamos el último puesto en la prueba PISA 2012, que mide comprensión lectora y razonamiento matemático de estudiantes entre 15 y 16 años. Trágico porque eso quiere decir que gran parte de nuestros adolescentes saben leer y escribir pero no entienden, es decir, califican como analfabetos funcionales. Aunque hay otro tipo de analfabetos, los que saben leer y escribir, que entienden lo que leen, pero que no les da la gana de leer. Son los analfabetos estructurales, varios de ellos dedicados a tiempo completo a la política.
Y si vemos la educación superior, la situación es igual o peor. Proliferación de universidades, la mayoría privadas de reciente creación, que no merecen llamarse tales. Son, en el mejor de los casos, fábricas de títulos a nombre de la Nación sin ningún respaldo para los que pasan por ahí. Ni currícula seria, ni profesores de nivel, menos investigación científica. Solo edificios de concreto y espejos que son el fiel reflejo de nuestra educación. Ninguna universidad peruana está rankeada entre las 400 mejores del mundo. Ninguna, ni la Católica, que es, según los ranking locales, nuestra mejor universidad.  Para ya no hablar del desarrollo de tecnología propia, ni de inventos patentados en el mundo por peruanos, que son escasos, casi inexistentes. Todo esto pareciera muy pesimista cuando la cartera de Educación ha sido la mejor calificada en el gobierno de Ollanta Humala. El ministro Jaime Saavedra, ratificado en el puesto por PPK precisamente para que siga con los cambios iniciados, ha exhibido medidas que todavía no modifican la realidad de la educación promedio peruana, pero sí la tendencia. Estamos cerca de tener cobertura universal de la educación primaria, 93,2% de nuestros niños ya van a una escuela. Se ha introducido y se está desarrollado la idea de capacitación y meritocracia en nuestros docentes públicos. Esto, de la mano con un aumento de sus sueldos, todavía modesto pero bueno como señal de cambio. Mientras los salarios de los profesores sigan siendo tan bajos solo los alumnos pobres o los que no tengan acceso a otra oportunidad optarán por la docencia. El sueldo miserable ha desalentado la vocación del profesorado. Se ha empezado a reconstruir y construir infraestructura educativa tan abandonada a su suerte en las últimas décadas. Aulas decorosas y baños usables es lo mínimo que deben asegurar las escuelas y colegios públicos. La tarea ahí es titánica todavía. La cifra positiva más gruesa que exhibe Saavedra es que desde el 2013 en adelante el presupuesto de Educación comenzó a incrementarse hasta llegar casi al 4% del PBI (Humala lo recibió en 2,3%). La inversión del Estado por cada estudiante secundario se ha duplicado en los últimos 13 años, de 650 a 1.110 dólares, aunque seguimos por debajo de Colombia, (2.000 dólares), y muy lejos de Australia (7.000 mil dólares). Hay más dinero pero todavía la ejecución del presupuesto sigue siendo mala, en el último ejercicio fiscal el sector Educación devolvió 2.850 millones de soles al erario. Inaceptable. Sin duda, no es fácil ni inmediato cambiar un problema que se convirtió en endémico por el descuido consuetudinario. La educación ha sido considerada un gasto, nunca una inversión. La más importante. Aunque la mayoría de mis entrañables amigos, los Harry’s, son profesionales competentes, además de honrados ciudadanos y buenos cristianos, en medio de estas celebraciones conversamos de todo esto, de la educación, y sobre las oportunidades que tiene un estudiante de provincias en un país tan obstinadamente centralista como el Perú. Ahora que estamos con nuestros hijos, coincidimos que nos gustaría algo diferente para los hijos de ellos. Que las futuras generaciones de huancaínos no se vean obligados a salir de su ciudad en un autoexilio sin retorno porque acá todavía no encuentran una universidad que los convenza. O alguna oportunidad seria y competitiva de estudio. Y también hablamos de alternativas que se aplican con éxito en otras latitudes. Alguien contó detalles del innovador sistema educativo desarrollado con éxito por el emprendedor social hindú Salman Khan. Se llama “la escuela al revés”, método en el que los chicos en lugar de estudiar en el colegio y hacer las tareas en la casa, estudian en sus hogares con videos interactivos y hacen las tareas en la escuela, con ayuda y asesoría de sus maestros.Exactamente al revés de cómo lo hicimos nosotros. 
Ese sistema prusiano, que homogenizó la educación partiendo equivocadamente que todos los estudiantes tienen los mismos intereses y que absolutamente todos avanzan a la misma velocidad, ya no es compatible con este mundo tan diverso y donde la información es abundante y mucho más asequible. Los niños están sobreinformados, solo necesitan que se les guíe para optimizar sus aptitudes, destrezas, intereses y vocaciones. En educación seguimos con el chip del siglo pasado. Todavía el sueño de un emprendedor en potencia es tener una gran compañía, quizá como la Ford, la primera fábrica en serie de automóviles con decenas de plantas alrededor del mundo que producen más de ocho millones de carros al año. La Ford está avaluada en 50 mil millones de dólares, con todo el patrimonio que tiene. ¿Por qué no pensamos en crear cosas como Uber, este aplicativo para los dispositivos móviles de economía colaborativa, que junta a automovilistas y usuarios en todo el mundo? Uber fue desarrollado por dos ingenieros treintones y, hoy, sin grandes plantas ni oficinas fastuosas, vale 55 mil millones de dólares. Es un intangible valorado más que toda la Ford. Sin nombrar fenómenos como Facebook o WhatsApp, valorizados en otros tantos miles de millones de dólares. Pensemos en el presente y en el futuro, no en hace treinta años, cuando los Harry´s terminamos el colegio en Huancayo.

Escrito por

Carlos Paredes

Estudió Derecho y Ciencias de la Comunicación en Lima y una Maestría en Comunicación Política en México. Es periodista desde el año 1990.


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