#ElPerúQueQueremos

foto: Tecnomaniacr.com

Algo está cambiando…

Las campañas, los estrategas y las redes sociales....

Carlos Paredes

@cparedesr

Publicado: 2016-03-01

Como todos los candidatos que no son favorecidos por las cifras, Daniel Urresti no cree en las encuestas. Dice que cada vez que visita pueblos jóvenes en Lima o distritos y provincias del interior del país lo reciben apoteósicamente. Que sus mítines son a plaza llena, que convoca a muchas personas que lo van a escuchar espontáneamente porque él no tiene dinero para llevarlas en buses o regalarles víveres como hacen los demás. Urresti no tiene plata para su campaña. Está huérfano. No lo ayuda ni Nadine Heredia, ni el Partido Nacionalista, ni siquiera sus candidatos al Congreso. Nadie. Y se ha quejado públicamente por ello. Aun en estas circunstancias, dice que no se rendirá, que seguirá corriendo la cancha porque ahí lo reciben bien. Es el quijote solitario que insiste en una modesta campaña, ya no pensando en la presidencia de la República, sino con la idea de salvar la inscripción del partido de gobierno. Ha contado que, por ejemplo, en su reciente viaje proselitista a Cajamarca realizó dos mítines multitudinarios en San Pablo y Chota. Se queja que nada de eso se refleja en las últimas encuestas que lo han reducido a la calidad de otros con menos de un punto y medio de intención de voto a nivel nacional. Menos que Gregorio Santos quien por razones obvias no puede hacer campaña. Pero Urresti es terco. Está convencido que ni las encuestas ni la prensa nacional registran el real apoyo que tiene. Se vuelve a quejar por esta supuesta discriminación de los medios masivos y manipulación de las encuestas. Pero no renunciará.

Obviamente, Daniel Urresti no es el único candidato que cree que tiene más adherentes que lo que dicen las encuestas. Alan García ha descalificado a todas las encuestadoras explicando que, por lo menos en su caso, siempre se han equivocado. Ya lleva cuatro campañas presidenciales. Esta vez se atrevió a denunciar un supuesto complot de los grupos multimediáticos concentrados y las empresas encuestadoras para imponer algo que ha llamado “encuestocracia”. Es más, ha revelado en tono de denuncia que Manuel Torrado, el fundador de Datum, le pidió ochocientos mil dólares para hacerle encuestas que lo favorezcan. Pero que él no acepto. Torrado ha anunciado que lo denunciará penalmente por calumnia y difamación. Antes, García había pasado de la queja al exabrupto perdiendo los papeles, como hacía mucho tiempo no lo hacía, ante una pregunta legítima y de sentido común de un reportero que indagó sobre la posibilidad de su renuncia ante la constatación de que la alianza electoral con el PPC es, hasta el momento, un rotundo fracaso. La supuesta tradición de que las elecciones peruanas siempre se deciden en el último mes de campaña es la única esperanza que lo mantiene vivo a pesar que ha hecho de todo para tratar de sintonizar con el electorado joven y con sus nuevos códigos de comunicación política. Pero nada le ha dado resultado hasta el momento. Ni los FestiAlan con cumbia y reggaetón en la Costa Verde, ni sus flirteos más o menos públicos con Milet Figueroa, ni el reclutamiento del ingeniero Mario Hart. Sí, el ingeniero Mario Hart del Águila, quien le da la voz a un movedizo single de campaña. Tampoco ha funcionado su acostumbrado floro fluido y desbordante en el día de la fraternidad aprista. Nada.

 Los despegues imposibles, las desinfladas prematuras y la atomización subterránea de buena parte de los 19 candidatos presidenciales han provocado la renuncia de dos planchas presidenciales y de un candidato a la vicepresidencia, quien no soportó la hemorragia de denuncias contra el líder del partido con el que se alió. Fue el aspirante a la primera vicepresidencia en la fórmula de Alianza para el Progreso, el congresista y pastor evangélico Humberto Lay Sun, increíblemente confundido por el JEE con el heroico y ya muerto perro Lay Fun. Otros candidatos presidenciales están pensando seriamente en renunciar. No es que deseen abandonar sus aspiraciones políticas, solo quieren conservar la inscripción de sus partidos. Si salvan su inscripción renunciando a tiempo tendrán un activo político que pueden negociar u ofrecer como vientre de alquiler en el futuro. Alquilarla para una plancha presidencial en el 2021 o subastar cada uno de los 135 puestos para los emprendedores en la política que quieran comprar un lugar para postularse al Congreso de la República o al Parlamento Andino. Un negocio nada desdeñable teniendo en cuenta lo difícil que es inscribir un partido en el JNE.Pero esta enrarecida campaña electoral ha provocado también despidos, renuncias y nuevos fichajes de estrategas. El argentino-brasilero-francés Felipe Belisario Wermus, más conocido como Luis Favre, se cansó del errático César Acuña y su “Alianza para el progreso”. Favre, a quien se le atribuye poderes casi mágicos para convertir a un político mediocre en un ser empático capaz de disimular sus carencias y esconder muy bien sus defectos, no pudo con las denuncias de plagio respondidas con cantinfladas. Ni el malhadado spot que convirtió a Martín Luther King en plagiario a lo Acuña, le dio resultado. No pudo revertir la tendencia al desprestigio. Y que bueno que, en este tema, también se hayan equivocado los analistas, sociólogos y opinólogos que estaban seguros que a la gran masa de electores no le iba a interesar o indignar las denuncias de plagio obsceno de Acuña. Que a éste no le iba a restar puntos en las encuestas. Su caída es imparable. Algo está cambiando, entonces. No se sabe con exactitud cuánto le cobró Favre a Acuña. Unos dicen que pidió originalmente cinco millones de dólares pero que solo logró cobrar un cheque por millón 750 mil. Algo que Acuña ha calificado de despilfarro. No se sabe si este millonario despilfarro fue a cuenta del bolsillo del hombre que presume tener plata como cancha o por cuenta de alguna constructora brasilera ahora en problemas con la justicia anticorrupción de su país, precisamente por tener como especialidad de la casa pagar las campañas de presidenciables para después cobrarse con creces en forma de obras tan monumentales como sobrevaluadas. La investigación bautizada como Lava Jato ha alcanzado a Hugo Chávez, Lula, Dilma Rouseff y a nuestro crédito nacional Ollanta Humala Tasso. En Alianza para el Progreso, Favre ha sido reemplazado por su antecesor en la misma campaña, el español Ismael Crespo. Pedro Pablo Kuczynski, en un aparente acto de desesperación por su consistente caída en todas las encuestas de intención de voto, despidió al cubano-americano Mario Elgarresta, quien salió tirando la puerta y espetando adjetivos de grueso calibre contra la gente que rodea a PPK. Expertos en control de daños no supieron controlar o prever sus propios daños, los que iban acumulando en sus respectivas campañas. Algo está cambiando. 

¿Es que acaso Urresti, García, PPK, Acuña y todos sus expertos en marketing político tienen una percepción equivocada de la realidad nacional, sobreestiman o subestiman a los electores peruanos? O algo está cambiando. Quizá, una de las cosas que sí está empezando a cambiar, son las formas de comunicación política y otros supuestos dogmas de la mercadotecnia política: Que convocar a centenares de ciudadanos en una plaza pública es rentable electoralmente hablando. Que las campañas electorales se hacen en los set de la televisión abierta acumulando minutos de entrevistas en directo. Que un candidato necesita ser carismático y telegénico antes que buen orador. Que un debate en vivo y en directo puede inclinar la balanza a favor o en contra de un candidato expectante más que un sesudo plan de gobierno que nadie lee, ni hojea siquiera. Todo eso, que era hasta hace poco como el ABC del marketing político, también está empezando a cambiar. Las redes sociales han arruinado estos dogmas. Están abriendo un infinito mundo en la comunicación y propaganda política. Tan infinito como es la Internet. En estos tiempos de smarthphones y dispositivos móviles en manos de cada vez más gente, una buena estrategia en redes sociales puede ser más efectiva para comunicarse con los electores y empezar a seducirlos en busca de su voto. Julio Guzmán y su ola morada en redes sociales puede ser la comprobación de que esta fórmula empieza a dar resultados tangibles por lo menos para las encuestas de intención de voto. En un país donde el 30% de los electores tiene entre 18 y 30 años de edad las clásicas campañas electorales no están sintonizando con su lenguaje, sus necesidades y sus expectativas. Son gente joven, informada, casi todos universitarios y que, premunidos de un teléfono inteligente o una versátil tableta electrónica, navegan a sus anchas por las redes sociales. Estos jóvenes en horas pueden reunirse para hacerse escuchar sobre una causa que toman como suya. Son visibles, tienen voz y quieren ser escuchados. Se resisten a portarse como turba, tienen sus propias ideas y detestan ser llevados como carneritos en torno a tal o cual causa. Los hay desde liberales impenitentes hasta rojos dignos de otra época, pasando por anarquistas pasajeros. Parte de ellos se tumbaron la ley que le recortaba derechos laborales hasta los 24 años, la Ley Pulpín. Con estos jóvenes Alan García se ha equivocado. A ellos les seduce más escuchar al congresista Daniel Mora, que se ha comprado el lío de la reforma universitaria que ellos reclaman como necesaria, que el chico reality Mario Hart, al que deben considerar frívolo y bueno para nada. Algo está cambiando. 

En el mundo, el uso intensivo de redes sociales en campañas políticas, no es un fenómeno nuevo. Solo que ahora hay mejor tecnología y se están perfeccionando las estrategias para lograr la constante interacción con los millones de usuarios, jóvenes y no tan jóvenes. Desde la pionera campaña demócrata en el 2008, que llevó por primera vez a un afroamericano a la Casa Blanca convenciendo a millones de jóvenes y latinos que vayan a votar y que lo hagan por Barak Obama, hasta los PPKausas que en el Perú del 2011 lograron remontar a un expectante tercer lugar. En los últimos años hay, a lo largo de Latinoamérica, varios casos dignos de estudio y análisis del uso exitoso de estas nuevas herramientas digitales al servicio de una candidatura política. Los congresos de marketing político están llenos de estas experiencias. Unos más claros que otros, pero todos cuentan cómo las redes sociales ayudaron a salir del anonimato, a construir una marca, un nombre o a consolidar un mensaje fuerza. A diferencia del 2011, donde solo habían siete millones de cuentas de peruanos en el Facebook, hoy somos 15 millones de facebookeros. Los usuarios peruanos de Twitter se han triplicado, los tuiteros hemos pasado de un millón a ser tres millones y medio. Y donde cada vez son más comunes los anglicismos haters (cínico hostil o envidioso profesional de las redes sociales), trolls (aquel acosador mala onda de algún usuario, normalmente famosos o conocido en las redes). O palabras que casi suenan a bingo para un candidato en el inmenso mundo del ciberespacio, como viralizar o ser trending topic. 

De todo esto es consciente el equipo de campaña de Keiko Fujimori. No para la primera vuelta que la tiene descontada. Es para la segunda, donde por inercia, Keiko Fujimori Higuchi, tendrá la capacidad de unir a todos los detractores de Alberto Fujimori y del decenio que gobernó. El antivoto fujimorista está sólido y puede crecer. Quizá por eso acaba de reclutar al estratega Jacques Séguéla, de la transnacional francesa Havas, que más que una agencia experta en marketing político es una compañía global de la publicidad y las relaciones públicas. Séguéla asesoró a los ex presidentes Francois Mitterand y Nicolás Sarkozy pero su equipo desembarcó en Lima con la consigna de penetrar en los electores menores de 30 años. Aquellos jóvenes no habían nacido o eran bebés cuando el fujimorato estaba en su apogeo de autocracia, corrupción y violación de derechos humanos. Jóvenes electores que no tienen memoria propia de los vladivideos o de las denuncias de tortura de la madre de Keiko. En Fuerza Popular saben que una campaña bien estructurada de memorex para pulpines a través de redes sociales sería letal para sus pretensiones de llegar a Palacio de Gobierno. Y ensayaran la técnica de la inoculación, pero esta vez será “inoculación digital en redes”. Es decir, adelantarse con su versión edulcorada de los delitos que solo son errores. Habrá perdones, disculpas y golpeadas de pecho prometiendo que no repetirán las tropelías de los años noventa en formato de video para viralizarlo. Tuits que ofrezcan tolerancia cero con la corrupción y la violación a los derechos humanos. Videos en YouTube jurando por la Sarita que no habrá esterilizaciones forzadas y menos torturas o asesinatos selectivos. Buscarán ser Trending Topic con los tuits que prometerán en todas las formas posibles que no habrán diarios Chicha, esos panfletos impresentables que solo los imprimían para que sus titulares calumniosos y canallas en contra de los políticos de oposición y de periodistas valientes se exhiban hasta que éstos se pongan amarillos por el sol. Todo para no perder, por segunda vez, la segunda vuelta.    

Los morados de Julio Guzmán también se preparan para esta batalla bajo el liderazgo del joven huancaíno Jonathan Reynaga, que con 35 años ha sido asesor del ex primer ministro británico Tony Blair y socio de Simon Cowell, el mítico juez malvado de American Idol y creador del fenómeno musical adolescente One Direction. Es cierto que también se le achaca haber trabajado con Paul Kagame, presidente de Rwanda tildado de dictador y con acusaciones de genocidio, con quien trabajó varios años por cuenta de A.G.I., la consultora de Tony Blair. Sea como fuere,  Reynaga ya tiene una ventaja en esta campaña electoral: ha logrado que la marca de Guzmán se instalé con éxito en las redes sociales, donde transitamos sin pausa ni complejos los jóvenes y los que ya no los somos. Los que el tercer domingo de junio definiremos quién será el sucesor o sucesora de Ollanta Humala Tasso. Algo está cambiando. 


Escrito por

Carlos Paredes

Estudió Derecho y Ciencias de la Comunicación en Lima y una Maestría en Comunicación Política en México. Es periodista desde el año 1990.


Publicado en