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Mazamorra morada…

O cómo parecerse a los dinosaurios 

Publicado: 2016-02-09

Hace varios lustros que las elecciones presidenciales en el Perú son obras de teatro dramático en dos escenas. Una primera vuelta atomizada, que convierte la campaña en un carnaval de candidatos, promesas, anécdotas y extrañas alianzas. Y una segunda, que es en la práctica un plebiscito al revés. Votamos para que alguien no sea presidente. Ni siquiera escogemos al menos malo porque suele pasar que las dos opciones son malas. El dilema de escoger entre el cáncer y el sida parece endémico e inevitable. Terminado el proceso, nos resignamos a esperar que el elegido no resulte tan malo como pensamos hubiera sido su rival. Pasó con Toledo-García en el 2001, García-Humala en el 2006 y Humala-Keiko Fujimori en el 2011. Todo indica que este 2016 no será la excepción, salvo la irrupción de un político nuevo, con buena educación, con etiqueta de tecnócrata pero que no acepta que lo califiquen como outsider. El joven de la ola morada que dice haberse propuesto terminar con los dinosaurios de la política puede ser el segundo bolo de este perverso plebiscito al revés. 

Hay consenso entre analistas, opinólogos y periodistas en calificar a Julio Guzmán Cáceres como la sorpresa de este ya sorprendente proceso electoral. Es el candidato presidencial catalogado como no tradicional que ha logrado colarse entre los grandes. Aunque ya lleva año y medio trabajando exclusivamente para su candidatura, recién los medios lo tomaron en serio cuando pasó del pelotón de “otros” a tener una intención de voto del 5% dejando atrás a Alejandro Toledo. El primer dinosaurio derrotado por su candidatura. Le siguió el golpe de la encuesta de GfK que lo colocó en un expectante segundo lugar, es cierto que en un triple empate con Acuña y PPK, pero sacando de juego a Alan García. Segundo punto a su favor en la batalla contra los fósiles de la política peruana. Fue entonces que todas las cámaras de televisión empezaron a perseguirlo y algunos programas del domingo le dieron muchos minutos en horario estelar hasta provocar sospechas y críticas de los periodistas cáusticos. Pero estas puntos arrancados en las encuestas de intención de voto o las primeras batallas ganadas a los dinosaurios no le alcanzarán para llegar a Palacio de Gobierno. Más, si ésta, la carrera por la presidencia de la República, se empieza a convertir en una encarnizada guerra electoral, donde los misiles más potentes se guardan para las últimas semanas. Por su perfil, economista formado en universidades de prestigio acá y afuera y con experiencia en organismos internacionales, Julio Guzmán ha sido comparado con PPK. Se le llamó el PPK junior. Calificativo que ambos candidatos, PPK y Guzmán, no aceptaron. Guzmán dijo que Kuczynski hacía política desde antes que el hombre llegue a la luna, como una manera directa de descalificarlo por su edad. PPK, respondió preguntándose si los electores preferirán votar por el original o por la copia. Pero Alfredo Torres, de Ipsos Perú, ha encontrado más similitud de Guzmán con Alejandro Toledo que con PPK. Una adolescencia difícil en familias numerosas, trabajaron desde jóvenes y lograron estudiar en el extranjero hasta nivel de doctorado gracias a becas. Vivieron en Estados Unidos como consultores de organismos internacionales y, coincidentemente, los dos se casaron con profesionales extranjeras de religión judía. Al regresar voluntariamente del autoexilio, consiguieron empleo en el Estado como economistas. Después decidieron ser políticos a tiempo completo postulándose directamente al cargo más alto, el de presidente de la República. Curiosa relación de coincidencias que, para ser precisos, tiene varios matices que los diferencian. Guzmán es un típico chico costeño clasemediero y no hijo de una familia de extrema pobreza de los Andes. Su padre murió cuando él tenia 14 años, su madre tuvo que remar sola para sacarlos adelante, pero su primera casa familiar estaba en La Molina, en la calle Ingenieros, no en Cabana o en algún barrio del cordón urbano marginal de Lima. El padre de Guzmán no era un campesino empobrecido que sostenía a su numerosa familia con lo que el inclemente clima le dejaba cosechar. Fue un arquitecto, catedrático de la UNI, un académico. El arquitecto Julio Ricardo Guzmán tuvo cuatro hijos en su primer matrimonio, otros cuatro con la mamá de Julio Guzmán, la señora Gloria Cáceres, quien a su vez ya tenía cuatro hijos de un primer matrimonio. Es decir, los Guzmán Cáceres eran parte de una numerosa familia formada por los tuyos, los míos y los nuestros. No una prole de 16 hermanos, de los que sobrevivieron 9 porque los otros 7 murieron en la primera infancia, como los Toledo Manrique. A la muerte del padre, los Guzmán se mudaron de La Molina a San Martín de Porres pero Julio no se vio obligado a ser un desplazado de la extrema pobreza, siguió estudiando en el colegio Recoleta, no en una escuela fiscal sin carpetas ni profesores. Pudo acceder a una educación universitaria de calidad gracias a su esfuerzo, al sacrificio de su madre y, porque no decirlo, a las pensiones escalonadas de la Universidad Católica, donde estudió economía. Facilidades que hoy casi han desaparecido, dicho sea de paso. Después, Julio Guzmán pensó en un postgrado en el extranjero, pudo hacerlo gracias a un crédito estudiantil que empezó a pagarlo una vez que tuvo un empleo bien remunerado como tecnócrata internacional. En resumen, podemos decir que Guzmán es producto del lado amable del sistema. Caso típico de superación, producto del esfuerzo familiar y personal y de las oportunidades a la que puede acceder la clase media. Toledo fue salvado de la extrema pobreza por unos pastores evangélicos que lo llevaron a Estados Unidos. La educación lo convirtió en un error estadístico.Lo que no parece un error estadístico son los rasgos similares que la prensa va encontrado entre PPK y el PPK Jr. Si a Pedro Pablo Kuczynski lo acusan de ser lobista, Guzmán iría en la misma línea a pesar de su corta carrera pública. La prensa de investigación ha denunciado sus supuestos conflictos de intereses como ex funcionario público que de inmediato se convierte en gestor de intereses privados en el mismo Estado, del cual conoce bien todos sus secretos y puertas falsas y, donde acaba de dejar excelentes amigos, quienes lo recibirán en sus despachos con gusto y hasta con gratitud. Según una investigación de la revista “Hildebrandt en sus trece”, Julio Guzmán apenas dejó el cargo de viceministro de Mypes e Industria y la secretaría general de la Presidencia del Consejo de Ministros de este gobierno, el de Ollanta Humala y Nadine Heredia, empezó a visitar intensamente a sus amigos, altos funcionarios de ministerios clave. Sus diligentes gestiones lograron que la empresa consultora internacional Deloitte, de la cual era su representante y socio en la oficina de Lima, facturara 5.5 millones de soles al Estado, entre el 2013 y 2014. Excelente negocio para Deloitte y jugosos emolumentos y comisiones para Guzmán. Es decir, otra vez la puerta giratoria por la cual los altos funcionarios públicos pasan de un equipo al otro sin ningún rubor ni escrúpulo. Primero trabajan para el Estado, conocen bien sus vulnerabilidades y vacíos, y después se sirven de las amistades, de información privilegiada y confidencial para hacer negocios representando intereses transnacionales. Una actividad que, hay que recordarlo, está prohibida por la legislación vigente para un ex funcionario público hasta dos años después de su renuncia. Pero Guzmán sostiene que esa norma solo se aplica para los ex funcionarios de las reguladoras, no para un ex vice ministro o secretario general del Consejo de Ministros. El caso Deloitte no es todo. Según el mismo semanario, Julio Guzmán fue el impulsor del proyecto llamado “Sayhuite”, diseñado en la PCM para rastrear conflictos sociales en tiempo real, cuyo software le costó al erario público 6 millones y medio de dólares y de cuya utilidad real no se sabe mucho, salvo que la licitación para comprar el cuestionado software se le encargó al PNUD, organismo internacional no sujeto a fiscalización ni de la Contraloría, ni del Congreso. Otra vez, usar la puerta falsa para no ser transparentes. Y, si hablamos de gestión pública, vale la pena preguntarse cuál ha sido el costo-beneficio de esa millonaria inversión. Temas que el candidato Guzmán debiera aclarar con precisión y transparencia, más si tampoco ha esclarecido su relación con la consultora Macroconsult, asesora de una veintena de transnacionales que tienen intereses cuestionados y cuestionables en el Perú, como Odebrecht, Pluspetrol o Telefónica, solo para mencionar algunas. Julio Guzmán tampoco ha sido claro a la hora de explicar cómo es el candidato de un partido en el cual nunca militó hasta hacerse su candidato presidencial. Otro caso de vientre de alquiler. “Todos por el Perú” es el nuevo nombre de una plataforma partidaria creada por Drago Kisic, ex pepecista y socio de Macroconsult, y Gonzalo Aguirre Arriz, ex candidato a varios puestos de elección popular por Solidaridad Nacional y yerno de Juan Belmont Anderson, uno de los hombres más ricos del Perú, dueño de la transnacional peruana Belcorp. Según la ONPE, Aguirre Arriz ha donado casi un millón de soles al partido que ahora, después de varias transformaciones, se llama Todos por el Perú y postula a Guzmán a la presidencia.Sería bueno que el joven político explique si ese dinero salió del bolsillo de Aguirre o de las cuentas de la empresa del suegro de éste. Este dato es relevante porque, de la experiencia peruana, sabemos que las grandes corporaciones no donan dinero a sus amigos políticos, invierten en ellos. Y luego pretenden recuperar su inversión cuando sus patrocinados llegan al poder. Cuentas claras, amistades duraderas. 
Si seguimos hurgando en los parecidos de Guzmán con Toledo encontramos más: ambos tienen discursos erráticos y contradictorios en temas clave. La consulta previa, el matrimonio entre personas del mismo sexo, su relación con el sionismo internacional, son temas en los que un novato Guzmán ha mostrado posiciones diferentes en solo unas horas. Su poco afortunada entrevista con la cadena de televisión ligada a la comunidad judía estadounidense, donde sin matices se adhiere abierta y militantemente a la causa israelí en el inacabable conflicto con los palestinos y, de ser presidente, ofrece al Perú como cabecera de playa para los intereses israelíes, ha dejado dudas razonables sobre su autonomía política y económica. La entrevista completa está colgada en YouTube y no se puede decir que la traducción es malintencionada o que no dijo lo que dijo. Guzmán debe saber que, hoy más que nunca, uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice. Más si lo dices en una entrevista televisada. Otro issue, en la candidatura del hombre de la ola morada son sus supuestos mentores o padrinos. Igual como le pasó con Toledo en el 2001, aparece dando vueltas en su entorno el nombre de Salomón Lerner Ghitis, “Siomi” para los amigos. Un personaje que se da maña para incursionar en los proyectos políticos que tienen cierta posibilidad real de ser gobierno. Fue financista y asesor de Alejandro Toledo apenas cayó el régimen de Fujimori y Montesinos y lo acompaño hasta que el cholo llegó a Palacio. Hizo lo mismo con Ollanta Humala diez años después, donde llegó a ser su primer Presidente del Consejo de Ministros. Parece que no le incomoda dejar la sombra y asumir oficialmente el poder. Ahora, fuentes creíbles y no desmentidas aún, lo relacionan a la ola morada de Julio Guzmán. Lerner, el malo, como se le conoce en los corrillos políticos para diferenciarlo de su homónimo, el intachable ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, no es, precisamente, un desinteresado intelectual y filántropo de centro izquierda que se sacrifica por la gobernabilidad del Perú. Salomón Lerner Ghitis representa a una serie de intereses mercantilistas y, en su pasado reciente, tiene manchas indelebles, como el haber sido el interventor en Canal 2 a nombre de Montesinos, cuando el régimen le arrebató el control del canal a Baruch Ivcher para ponerlo al servicio de la cleptocracia en la que terminó convertido el segundo y tercer gobierno espurios de Alberto Fujimori. Ése hombre es Siomi. Sería bueno que Guzmán aclare también qué lo une a este señor. Julio Guzmán Cáceres, es el candidato que ha sintonizado mejor con los jóvenes universitarios clasemedieros, desesperanzados y hastiados de los políticos profesionales o tradicionales. Su equipo de campaña ha sido consistente en las redes sociales donde se mueven como peces en el agua. Entre ellos hay mucha expectativa por conocer los resultados de las encuestas de febrero. Creen que pueden captar los votos que podría perder el plagiario compulsivo César Acuña Peralta, que la ola morada irá creciendo hasta convertirse en una bola de nieve incontrolable que pintará Palacio de Gobierno con el color del Señor de los Milagros el 28 de julio. Legítimas ilusiones de sus seguidores. Pero no basta solo eso. Las elecciones en el Perú se ganan seduciendo al 60% de electores que están en barrios populares de Lima y en provincias. Ahí donde el fujimorismo tiene un voto duro de 30%. Esa opción, que parece estar fija para ese perverso plebiscito al revés que nos espera en junio próximo. Y quién debiera ser el rival de la heredera de Alberto Fujimori y todo lo que él significa. A mí me gustaría un Toledo sin Eliane Karp ni Ecoteva, ni Bavaria, ni Jaime Carbajal ni César Almeyda. Un Alan García sin tren eléctrico, sin dólar MUC, sin aviones Mirage, sin BCCI, sin conmutaciones ni narcoindultos. Un PPK sin lobby. Un Acuña sin sus Doctorados Honoris Causa de impunidad. Sin plata como cancha. Sin Favre ni Martin Luther King. Y un Julio Guzmán, sin rasgos de Toledo, ni de Alan, ni de PPK, ni de Acuña. Todo esto, claro está, si Guzmán logra seguir en carrera. Porque, en las elecciones peruanas, lo único seguro es que nada es seguro. Ni los que se creen seguros o seguras para el plebiscito al revés. 

Escrito por

Carlos Paredes

Estudió Derecho y Ciencias de la Comunicación en Lima y una Maestría en Comunicación Política en México. Es periodista desde el año 1990.


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